La pregunta es: ¿Por qué queremos desesperadamente salvar nuestro matrimonio, cuando como a una planta, no le regamos día a día?
Claramente, el pasado, pasado es y no podemos hacer nada ni culparnos, por lo que no hicimos.
La reflexión que les pido que hagan es si, tenemos miedo de estar solos y es por temor por lo que seríamos capaces a dejar de ser incluso nosotros mismos, o es por amor.
Cuando se sabe lo que es, estar juntos por muchísimos años, se entiende, cómo desmontar una estructura de vida, puede ser casi tan duro como quedarse sin el aire que necesitas para respirar.
Es tan sagrado como el Bautismo y de él, nacen los hijos, quienes, para vivir en los valores del catolicismo, necesitan crecer y desarrollarse en el marco de una pareja que vive respetando los valores de la Iglesia.
El párrafo anterior, pudiese parecer, sacado de un libro de religión católica.
Las bases son una piedra perfecta para permitir que dicha relación, que será convertida en una familia, dure “hasta el fin de los días”.
Sin embargo, cuando no se recuerdan, de manera diaria, qué es el Matrimonio y qué debe hacer el uno por el otro, los quehaceres del día a día, los problemas y tristemente los hijos, hacen que lo que era amor, se convierta simplemente en una estructura que permite sostener: una hipoteca, cuotas del coche, matrículas del colegio de los hijos, temas de salud de los padres de la pareja que se van haciendo mayores.
Eso se pierde, se esfuma, se difumina…
Normalmente, si no aparece un tercero en la pareja, esa relación puede continuar así toda la vida. Lo que fue amor se convierte en compartir al 50% los gastos y los problemas.
En un Reciente Retiro matrimonial, realizado por el Movimiento Focolar de la Iglesia Católica, se pedía a las parejas que buscasen “la perla” en el otro.
Era ESO que hizo que esa pareja que ahora se desconoce, se enamorase un día, hacía muchos años una de la otra.
Cuando las parejas hacían ese ejercicio, nacía un hermoso brillo en sus ojos. Era como si nuevamente, hubiesen desempolvado, algo sagrado, más tirado en cualquier esquina de la casa y lleno de polvo.
Y así lo llamaban, para que esa sagrada unión entre dos almas y dos cuerpos, volviese a ser lo primero y lo más importante en la vida de parejas que ahora, estaban llenas de los problemas de los hijos, de los padres mayores y de quien sabe cuántos más compromisos y preocupaciones.
Tal vez, esto pueda ser el comienzo para aunar fuerzas y comenzar de nuevo.
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