Nuestra forma de entender la relación de pareja depende de muchos factores, entre algunos de ellos: de nuestro arquetipo acerca de cómo debe ser y funcionar la pareja, del concepto que tengamos sobre el amor y la felicidad, de la carga transgeneracional que portemos, de las experiencias agradables o desagradables que hayamos vivido en esas relaciones, de nuestros valores, de la autoestima.
En nuestros enamoramientos juveniles predominan la inocencia y la confianza ciega en el otro, entregamos nuestro 100% y nos negamos a aceptar juicios negativos sobre la relación. En estas primeras experiencias somos auténticos, no usamos máscaras y generalmente las vamos a recordar toda la vida con añoranza.
Luego de esta etapa, vivimos experiencias de relaciones con aciertos o desaciertos, que nos llevan a elaborar razonamientos basados en lo que hemos vivido, instalándose la duda, la desconfianza, los celos, dejando entonces de mostrarnos auténticos y sinceros, colocándonos máscaras, cada uno desde sus propias vivencias.
Entrando y saliendo de relaciones, donde experimentamos el amor o desamor, la felicidad o infelicidad, el abandono o el acompañamiento, la aceptación o el rechazo, elementos estos que van modificando los conceptos que tenemos sobre ellos, elaboramos conclusiones y nuestras propias pautas de comportamiento, de esa forma encontramos personas que entran en relaciones de pareja breves, otros en relaciones que duran un cierto tiempo y los más escasos en relaciones para toda la vida.
De manera que el mundo de parejas tiene muchas aristas, que deben ser consideradas por cada uno de sus miembros, de forma ideal antes de entrar en la relación, teniendo claro desde donde buscan esa relación, que piden y que están dispuestos a entregar, cuáles son los valores que no están dispuestos a a negociar y sabiendo que tanto el éxito o el fracaso de la relación dependen en un 50% de cada uno
En mi trabajo como terapeuta desde hace 10 años, me ha permitido sacar algunas conclusiones, que comparto con el fin de que les sirva de guía en su vida relacional. Los invito a leerlas con calma, y descubrir si alguna o varias les resuenan.
Dejar de buscar como pareja el príncipe o la princesa azul. Allá afuera solo existen humanos con virtudes y defectos y hay que aprender a conocerlos y aceptarlos.
El trabajo empieza por amarnos primero nosotros mismos, para poder dar y recibir el amor del otro.
Con elementos básicos de ternura, comunicación y compañía.
Podemos tener desacuerdos, que deben ser mirados y conversados por ambos miembros de la pareja. En esta comunicación es importante no pretender tener la razón y ponernos en el lugar del otro, para poder elaborar acuerdos que deben ser respetados por ambos.
Es indispensable comunicarle al otro los sentimientos y pedirle una comunicación sincera y explicita, que les permita corregir sus errores. Si no son capaces de hacerlo solos, es el momento ideal de acudir a un terapeuta, que va a guiar los pasos que deben dar.
Es un error quedarse en ella por otros motivos, por ejemplo, por los hijos.
Si la pareja elige continuar la relación, deben tener conciencia de dos elementos importantes: primero que la relación no va a ser igual a la que tenían antes del suceso, y segundo si quieren que funcione, deben hacer borrón y cuenta nueva y no insistir de nuevo sobre el tema y el reclamo.
Con pequeños y grandes detalles, sin necesidad de esperar las fechas importantes; eso es lo que nutre la relación.
Con frecuencia he comparado la relación de pareja con una mesa de cuatro patas, que corresponden a cuatro elementos básicos para el buen funcionamiento de la pareja: amor, dinero, sexo y comunicación. Si alguna de estas patas se desequilibra la mesa se tambalea y puede caerse. Hay otros elementos secundarios, más no menos importantes, que hay que cuidar dentro de la relación, como son: acompañamiento, amistad, ternura, tolerancia, respeto, comprensión, aceptación, familiaridad, colaboración, espacio libre.
Escrito por: Dra. Edda Mujica Riera
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