Uno de los desafíos más importantes cuando hablamos de vida en pareja es la Comunicación. De la comunicación se han dicho y escrito muchos conceptos, se han diseñado muchas técnicas, formas, títulos. Lo que es absolutamente innegable es que la forma de comunicarnos define la calidad de nuestras relaciones, y aquí hablo no solo de las relaciones de pareja, sino de las relaciones en general.
En mi experiencia profesional como psicóloga, dentro de las muchas cosas que se pueden hablar o compartir acerca de la comunicación, quiero mencionar un aspecto que en mi concepto es absolutamente fundamental y del que se derivan, si no todos, por lo menos una buena parte de los desafíos que ese don tan maravilloso de la comunicación enfrenta todo el tiempo; y hago referencia a ese hábito particular y único de los seres humanos…hacer suposiciones. Al mencionar este punto, no puedo evitar recordar el rector del colegio donde hice mi escuela secundaria. Este hombre muy riguroso y rígido en su modelo educativo, siempre nos repetía “No se imagine nada, pregunte”. Obviamente en ese momento de mi vida adolescente no era capaz de discernir la sabiduría que esta frase contiene. Con el paso de los años y de muchos libros, llega a mis manos uno, que después de la Biblia, lo considero un manual de vida extraordinario.
Desde mi punto de vista, una obra maestra, que seguro muchos han leído y que les recomiendo nuevamente leer, de hecho, nunca dejar de hacerlo, pues siempre habrá algo que aprender de él (Como en la Biblia). Me refiero al Libro Los Cuatro Acuerdos, del Dr. Miguel Ruíz. Y en este escrito, quiero particularmente centrarme en el Tercer Acuerdo “No Hagas Suposiciones”. Y por Dios, si suponemos cosas en las relaciones de pareja: Supongo que mi amor lo/la va a hacer cambiar, Supongo que está enojado/a, Supongo que está hablando con su expareja, Supongo que no le gusta esa comida, Supongo que su madre me odia, Supongo que ir a visitar a mi madre le fastidia, Supongo que le gusta salir con mis amigos, Supongo, supongo, supongo Y el supongo, involucra “me imagino que…”, “creo que,…”, “me parece que,… Y nuestra mente, que literalmente “es la loca de la casa”, empieza a trabajar con ese universo de suposiciones, y si a eso le sumamos la inseguridad personal y la falta de amor propio, tenemos la construcción perfecta de una bomba de tiempo, en las relaciones de pareja, que ocasiona muchas heridas a nivel emocional, las que, si no se tratan a tiempo de una forma profesional, culminan en separaciones muy dolorosas, dejándonos marcas afectivas profundas. Por alguna razón, tenemos la convicción que somos dueños del poder de la adivinación y que somos capaces de leerle la mente a nuestra pareja.
Y ante la pregunta directa, de dónde proviene esa afirmación…usualmente hay risa y nuevamente, “es que yo se…yo lo/la conozco”. ¿Pero le has preguntado? Y la respuesta, no, pero es que es así …porque …y vienen las demás suposiciones que se han construido a través del tiempo.
En conclusión, “poderes mentales de adivinación”. Una necesidad de explicación de todo lo que pasa, pero sin buscar respuesta en quien la puede brindar, sino dentro de nuestra mente, y pues allí, hay de todo y por lo general, la respuesta no es la correcta. Si no entiendes algo, si no sabes algo con certeza acerca de tu pareja, si no te gusta algo, es necesario preguntarlo, es necesario comunicarlo. Tienes derecho a preguntar y a decir aquello qué te incomoda, o que no es claro para ti. Esa es la mejor forma de dejar de creer, suponer, imaginar, etc.… Esto, obviamente basados en el hecho que las relaciones de pareja deben basarse en el respeto mutuo y bajo este principio es que vas a preguntar y también vas a contestar. Y aunque sé que no es nada fácil, pues ya tenemos demasiado arraigado el hábito de la suposición y el del errado poder de la lectura de la mente, es necesario que seamos honestos con nosotros mismos, dejemos de auto engañarnos y por el bien nuestro y el de nuestra relación de pareja, apliquemos el cuarto acuerdo, (Del libro “Los Cuatro Acuerdos”) “Haz siempre tu mejor esfuerzo”.
Dar lo mejor de nosotros para expresarnos de una forma sana y oportuna acerca de las dudas que tenemos, de aquello que por alguna razón nos incomoda y, por supuesto y ojalá con mayor frecuencia, también comunicar y fortalecer aquello que nos gusta y que nos enamora del otro, son acciones que nutren y fortalecen las relaciones de pareja y nos ayudan a ser mejores padres, mejores hijos, mejores amigos y mejores personas. Recordemos siempre que las relaciones de pareja nacen, crecen, se desarrollan y mueren entre dos personas.
Resulta un lugar común en la terapia de pareja aquello de “deben mejorar la comunicación, deben expresar sus sentimientos”. Y no cabe la menor duda de que es un buen consejo, ¡Pero ¡qué difícil puede ser ponerlo en práctica!
No fuimos educados para expresar lo que sentimos. Desde el clásico “los hombres no lloran” con el que castraron a la mayoría de los varones hasta el montón de órdenes dadas acerca de cómo deben ser la niña. Además de todas las convenciones sociales que no nos permiten expresar nuestro enojo, frustración o rabia so pena de tacharnos de “maleducados”.
Así que venimos de años de negar nuestro sentir al mundo entero y de pronto hay la exigencia de expresar mis sentimientos precisamente frente a quién soy más vulnerable: Mi Pareja. Y esto para que la relación funcione.
Para funcionar adecuadamente en sociedad me pidieron que anulara toda conexión con mi sentir. Y ahora que no se sabe ni reconocer la propia emocionalidad, debo estar en capacidad de identificar mis emociones y además comunicarlas asertivamente. ¡Guaooo! ¡Es como mucho!
Y sin embargo sí, esa es la tarea. Es un inmenso desafío, pues como ya señalábamos ni siquiera somos capaces de reconocer y aceptar nuestras propias emociones, mucho menos de comunicarlas de forma asertiva. Pero la comunicación franca, amorosa, desde el corazón es una de las claves para sustentar la relación de pareja.
Primeramente, aceptar que no hay fórmulas mágicas. Que como todas las cosas importantes lleva un proceso, un crecimiento, un aprendizaje.
Comunicarse efectivamente en pareja implica tener primeramente conciencia del amor, del sentimiento, de lo que se guarda en el corazón. Implica salir de “yo pienso” para centrarse en el “siento”.
Yo recomiendo a las parejas que quieren mejorar su comunicación que empiecen por darse mutuamente sesiones de masaje. Que dos o tres veces por semana guarden un tiempo para sólo acariciarse. Para tocar amorosamente el cuerpo del otro. Que más allá de la genitalidad aprendan a reconocerse en la piel. Que aprendan a dar y a recibir caricias. A identificar qué les gusta y qué no tanto. A expresar ese gusto o rechazo, a aceptar la guía y a guiar amorosamente.
Este ejercicio tiene la virtud de generar hormonas vinculadas al placer que favorecen la intimidad, la complicidad y el vínculo amoroso. Permite también tomar conciencia del cuerpo, de las necesidades físicas y emocionales y abre los canales energéticos necesarios para la intimidad.
Energéticamente el corazón de ambos se abre, se hace accesible, se rompe la coraza y se expande. El cambio energético, emocional y hormonal que se genera a partir de esta práctica permite entonces que la comunicación verbal, la conversación, el diálogo y hasta la poesía surja como un manantial de agua clara para refrescar la relación.
Escrito por:
Psicólogo Luisa Gaitan
Expertoe
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